Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
CRÓNICA DE LOS REINOS DE CHILE



Comentario

Capítulo LII


Que trata cómo estando el general Pedro de Valdivia en la ciudad tuvo aviso en cómo había gran junta de indios en un pueblo que se dice la juntura y de cómo fue a ellos y de lo que le sucedió

En tanto que este tiempo corría y los negocios de la guerra que arriba habernos dicho se negociaban, o por mejor decir, se trabajaban, los naturales no dejaban de hacernos todo el mal y daño que podían y de costumbre tenían y usaban, viniendo de sus fuerzas a saltear, teniendo por amparo al furioso río de Maipo, que está tres leguas de la ciudad. Dábanse tal maña estos indios que cuando hacían un salto no parecían, porque se escondían como astutos en el oficio, porque cuando salen españoles a buscarlos no se podían hallar por ninguna vía. Y para mejor defenderse tenían puestas los indios espías sobre la ciudad, que en esto tenían gran aviso. Viendo que salía gente de a caballo a correr el campo, los contaban y miraban por qué camino caminaban, y muy en breve daban el aviso, y a esta causa hacían sus saltos muy a su salvo.

Viendo el general el gran desasosiego y daño que aquellos indios hacían, mandó a su maestre de campo que saliese con veinte y cinco de a caballo y treinta peones, y fuese al río de Maipo, y que de esta parte sin lo pasar corriese hasta diez leguas, y que todos los fuertes que hallase de los indios los desbaratase y quemase, porque no dejaría de matar en estas vueltas algunos de los salteadores que salteaban, y que hecho esto pasase el río y corriese la tierra, y que mirase con gran aviso el camino por do iba, y que no cometiese fuerte ninguno, si no se viese y conociese estar aventajado, y que de todo le avisase con brevedad por ver el remedio.

Partióse el maestre de campo Francisco de Villagran y corrió al río de Maipo de la una parte y de la otra, y no halló fuerza ni indio ninguno que le impidiese el camino, porque estaban escondidos en sus fuertes por ser avisados de las espías. Caminó el maestre de campo hasta una legua de un fuerte que los indios tenían, y en dos días que allí estuvo no pudo tomar sino un indio viejo, del cual se informó de la fuerza grande que los indios allí tenían y de la entrada y cerca que tenía y de la suerte que era hecho. Y de todo dio el maestre de campo aviso al general, el cual se partió luego con diez y siete de a caballo.

Allegado a do el maestre de campo estaba, luego le mandó que fuese con siete de a caballo y siete peones, y que se acercase al fuerte secretamente y por todas las vías que pudiese tomase un indio de que se informase, y si más se tomase era más provecho, y que en todo tuviese aviso.

Partido el maestre de campo con su gente, fue hasta un carrizal muy cercano al fuerte. Sabido por los indios que venían allí españoles, salieron a ellos. Después de haberse bien escondido los de a pie y de que los de a caballo vieron cerca a los indios, hacen vuelta al galope. Como los indios vieron volver los caballos tuvieron por muy cierto que huían, y corrieron con toda furia pensando de los alcanzar. Y cuando los españoles vieron que estaban fuera, volvieron sobre ellos a todo correr, donde en breve fueron alcanzados, y parte de ellos muertos por los de a pie.

Allí tomaron un principal y otros indios, y lo llevaron al general. Y los demás huyeron y dieron mandado en su fuerte en cómo estaba allí el general con muchos cristianos. Y estando allí se informó de aquel principal de la orden que tenían los indios en su vela y ronda, ansí de noche como de día. Junto con esto se informó de la suerte que era esta fuerza, y de las entradas y huidas que tenía, y la gente que dentro había.

Después de haberse bien informado, mandó a su maestre de campo que con toda la gente de a pie y diez de a caballo, que se fuesen a tomar las espaldas del fuerte y la huida de los indios. Junto con esto le mandó y dio la orden que en todo había de tener, y que dejasen los caballos a buen recaudo cuando quisiesen acometer a entrar, porque no podían entrar bien a caballo. Y así mesmo le dio la orden que había de tener en la entrada, y que al tiempo que acometiesen disparasen un arcabuz, para que oído que fuese por el general, acometiese por su parte con la demás gente que tenía a caballo, para dar por la delantera, porque todos acometiesen a su tiempo.

Partido el maestre de campo, envió el general cuatro de a caballo para que hiciesen rostro a los indios por el camino que él había de acometer y trabasen con ellos escaramuza, porque él no había de llegar con la gente de a caballo a donde fuese visto hasta oír el arcabuz, por tener a los indios más seguros para podellos mejor vencer, y porque embarazándose y dividiéndose los indios a pelear con estos cuatro para defendelles la entrada, y defendiéndola al maestre de campo, acometiese el general con la fuerza de a caballo y los desbaratase y venciese.

Dada esta orden y partidos los cuatro de a caballo, comenzó a marchar el general hasta llegar cerca de ellos, y encubrióse con su gente en parte oculta hasta oír el arcabuz que el maestre de campo había llevado por seña. Estando allí dio otra orden para con las dadas, y fue que se apeó y mandó que todos se apeasen, y que oído el arcabuz, dejasen los caballos allí con muy buen recaudo. Y en esta compañía dejó el estandarte real a una persona de los que aquí dejaron.

Antes de pasar adelante, digo que este pucarán y defensa que los indios tenían hecho dentro de muy grandes arboledas era de esta forma: a la entrada por donde el general entró y por la mayor parte al derredor era un monte bajo, por dentro del cual iba un arroyo de agua que allegaba a los estribos y siempre corría y estaba lleno, y cercaba todo el sitio de la fuerza. Pasado este arroyo estaba un carrizal alto y demasiadamente espeso. Tenía un tiro largo de piedra de ancho, y el asiento era tan cenagoso que se hundían los caballos y atollaban hasta las cinchas, y tomaba en circuito todo el fuerte juntamente con el arroyo. Y pasada esta ciénaga y carrizal estaba un campo pequeño, alto, enjunto y llano. Aquí salían los indios a escaramuzar con los cristianos en este sitio. Y aquí estaba un albarrada hecha de maderos gruesos, soterrados y juntos. Y de la parte de fuera de este palenque estaba un foso ancho y hondo más que un estado y casi estado y medio, y con la tierra que de él sacaron tenían fortalecido el palenque, muy enlatado y atado con unos bejucos, que son a manera de raíces blandas y delgadas y atan con ellos como con mimbre.

Estaba esto tan bien hecho como pueden los españoles hacer una trinchera para defenderse de la artillería. Tenía de alto dos estados y más. Tenía esta albarrada o trinchera hechos muy bien tres cubos con sus troneras para flechar. Tenía toda esta fuerza y cercado sólo una puerta muy fuerte, angosta y no derecha. La entrada tenían de esta puerta los indios cerrada con muy fuertes tablones gruesos, que era cosa admirable de ver. Pasado este bastión estaba otra ciénaga angosta que tenía de ancho un juego de herradura, y junto a la ciénaga una acequia de dos varas de ancho, y honda que daba el agua a los pechos.

E todo lo dicho estaba en torno de un llano en el cual estaban los indios y tenían cien casas. En estas casas habitaba la gente de guerra con sus mujeres e hijos, y tenían mucha cantidad de bastimento.